Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Pedro Pérez Herrero (compilador), Región e historia en México (1700-1850). Métodos de análisis regional, México, Instituto de Investigaciones
Doctor José María Luis Mora/Universidad Autónoma Metropolitana,
1991, 263 p. (Antologías Universitarias).

Pablo Serrano Álvarez


El auge de los estudios regionales en México en los últimos veinte años, ha abierto la posibilidad de reinterpretación y replanteamiento de la historia mexicana en todas sus dimensiones y esferas, rompiendo con la visión uniforme, homogénea, lineal, oficial y globalizadora que le había caracterizado en la historiografía.

De ningún modo, los estudios regionales parcializaron en lo "micro" el conocimiento del acontecer pasado, sino que evidenciaron la amplia gama de aconteceres y procesos, frecuentemente desligados y alejados de las pautas nacionales. Mucho había tenido que ver este interés en la necesidad de la descentralización nacional, pero también en las múltiples posibilidades que ofrecían las historias regionales para comprender y explicar la diversidad y heterogeneidad de un país como México.

Multitud de estudios e investigaciones se realizaron en la década de los ochenta, desde aquellos abocados al periodo de la Colonia y el siglo XIX, hasta los que se dedicaron a historiar las etapas del Porfiriato y la Revolución. Este boom de las historias regionales permitió el conocimiento de diversas, variadas y heterogéneas realidades económicas, sociales, políticas y culturales, que pusieron de relieve el amplio campo que se abría a los historiadores, preocupados por romper, en otro sentido, con los marcos de interpretación globalizadores de la historiografía nacional. La región surgió como un extenso y amplio campo de conocimiento e interpretación de la realidad histórica, y no como un agente de parcialización "micro" de la historiografía.

El auge de los estudios regionales continúa manteniéndose, pero ya ha surgido la preocupación por sistematizar y analizar las formas y maneras en que aquéllos se realizan, lo que implica que los historiadores regionales tengamos la necesidad de reflexionar acerca de nuestros métodos, teorías y maneras de abordar la realidad, con el fin de encontrar marcos de interpretación que, por fin, liguen lo "micro" con lo "macro", fortaleciéndose así un replanteamiento y reinterpretación de la realidad histórica mexicana.

Es indudable que existe una preocupación teórica y metodológica que busca problematizar los conceptos con la realidad, con el único fin de crear marcos interpretativos que conduzcan al replanteamiento del acontecer pasado, desde la óptica de lo regional. La multidisciplinariedad del conocimiento histórico, por ejemplo, impone la reflexión y sistematización de los conceptos y "maneras de abordar la realidad", pues entonces los historiadores estaremos en condiciones de reinterpretar los fenómenos "macro" y, así, evitar la parcialización de nuestros estudios de cariz regional. Ésta parece ser la intención de la compilación realizada por Pedro Pérez Herrero: " lo que se ha llamado 'ciencia regional' aún no posee una uniformidad metodológica de análisis, por lo que lo 'regional' es contemplado desde distintos puntos de vista" (p. 7).

Es necesario, entonces, unificar criterios analíticos para encauzar a los nuevos estudios regionales, a partir de un balance representativo de las formas en que se ha investigado y analizado la historia regional mexicana -principalmente desde el periodo colonial al siglo XIX - y encontrar así hilos conductores que den pie a la búsqueda de nuevos objetos de estudio y marcos de interpretación que vinculen lo "micro" con lo "macro".

La compilación empieza con una introducción que alude a las múltiples y diversas formas, incluyendo sus ventajas para el conocimiento, en que se ha estudiado lo regional por los historiadores y otros especialistas de las ciencias sociales, en el caso mexicano. Estas metodologías son desmenuzadas por el compilador, como un balance que engloba las perspectivas de los autores compilados. La reinterpretación de la historia mexicana se impone, en función de esas ventajas metodológicas, según Pérez Herrero:

Si queremos ahora comprender profundamente el proceso de descentralización, federalización, democratización, modernización, apertura, etcétera, en el que está inscrito México, parece obvio que debemos partir de una relectura del "nacionalismo" y de la "historia" que se construyó en su momento para apoyar tales sentimientos. Historia de México o historias de Méxicos en plural, como señaló Luis González en su Invitación a la microhistoria [p. 13, 14].

Anota el compilador que la reflexión actual permitirá el desarrollo de los estudios regionales, vinculados a un equilibrio entre teoría, metodología y empiria, aún no logrado, o por lo menos sistematizado, por los estudiosos del caso mexicano. Es necesario entonces homogeneizar criterios para evitar la parcialización microscópica de las historias regionales, sin un sentido que las vincule a través de la reinterpretación del pasado mexicano en su conjunto. Los criterios de la compilación se anotan: división por disciplinas, interpretaciones "clásicas", estados de la cuestión, la extensión de los trabajos y el origen de cada contribución.

La compilación da comienzo con un bello texto de don Luis González, que invita, nuevamente, a la microhistoria, a la matria, para el logro del conocimiento del "MultiMéxico". Fines y objetivos de la microhistoria son plasmados en este artículo que, además, rescata la visión multidisciplinaria de la historia regional.

Enseguida se presenta un artículo de Carol A. Smith, quien analiza, desde la perspectiva geográfica multidisciplinaria, diversos modelos explicativos de lo regional, fundamentalmente a través de los procesos socioeconómicos. Los modelos presentados dan una idea bastante esquemática del funcionamiento de las economías regionales en lo que respecta al espacio y a las relaciones sociales, y podrían aplicarse con dificultad a realidades históricas específicas si no es en el nivel del análisis teórico. Es uno de los artículos más extensos de la compilación.

Un tercer texto es el de Eric Van Young que, ligado a la historia económica del periodo colonial mexicano, enlaza la teoría con la práctica en la creación de un modelo de explicación socioeconómica de los fenómenos regionales. Van Young afirma una realidad contundente de los estudios regionales, ligados a la cuestión de la investigación teórica y práctica: "las regiones son como el amor -difíciles de describir, pero las conocemos cuando las vemos" (p. 99)-. El trabajo de investigación es el que finalmente determina la definición y explicación de una región, o de un proceso histórico-social regional, sin necesidad de aplicar modelos preconcebidos. Así se demuestra con la investigación misma de este autor, que le permitió crear un modelo explicativo en función de la realidad estudiada.

Continúa el trabajo de Guillermo de la Peña, quien lleva a cabo un balance de los estudios regionales desde la perspectiva de la antropología social en México, y cuya preocupación se centra también en la multidisciplinariedad y las fronteras compartidas con la historia y la geografía. El balance de los modelos, las metodologías, los enfoques y los temas de los estudios antropológicos regionales se efectúa con profundidad, señalando las perspectivas y objetos de estudio ligados a la economía política, el Estado, el mercado, la ciudad, la desigualdad y la clase social, así como la nación y la etnia, como preocupaciones latentes que se manifiestan en lo teórico y lo metodológico, pero también en el trabajo empírico.

Un escrito de P. E. Ogden anota las tendencias teórico-metodológicas de la demografía histórica en la realización de estudios regionales, lo que la ha convertido en una disciplina más de las ciencias sociales, por la riqueza técnica que ha logrado, los modelos de interpretación conectados a los procesos económico-sociales y su examen espacial y geográfico.

Robert D. Sack nos introduce a un nuevo enfoque de los estudios regionales, que es el análisis de la territorialidad, concepto que define:

la territorialidad se entiende como "el intento" de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar gente, elementos y sus relaciones, delimitando y ejerciendo un control sobre un área geográfica. Esta área puede ser denominada "territorio específico" [p. 194-195].

El objeto de este tipo de análisis se centra en el estudio del conjunto de elementos, interrelaciones y vinculaciones que la gente establece para afectar, influir y controlar un espacio dado, con todo lo que ello implica. Los estudios regionales, entonces, tendrían que hacer acopio de una visión totalizadora que explique esas vinculaciones, aunque los ejemplos que el autor establece no logran hacer entender en qué consiste este enfoque de análisis totalizador, en función de la realidad mexicana.

La segunda parte de la compilación se conforma con dos artículos más: uno de Pedro Pérez Herrero y otro de Elisabetta Bertola, Marcello Carmagnani y Paolo Riguzzi, quienes se dedican a analizar "la metodología regional y México en los siglos XVIII y XIX".

El primero es un repaso de las metodologías que abordan los "factores de diferenciación y de cambio regional", con el fin de plantear hipótesis de investigación, en especial, a partir de la historia de México entre el siglo XVIII y el XIX, pues es allí donde los modelos teóricos se aplican con más facilidad, según el autor. La preocupación fundamental del artículo se centra en "la formación, funcionamiento y evolución de la conformación regional", cuestión desarrollada por la historia económica. En seguida se analiza el modelo dendrítico y el esquema solar, sobre todo a través de los postulados metodológicos para, posteriormente, abordar el tipo de realidades regionales en donde dichos esquemas han sido aplicados. Al final del texto se anotan algunas proposiciones teórico-metodológicas que tienen que ver con la investigación de la historia económico-urbana de México en el periodo anotado, desde la perspectiva de los modelos analizados.

En el segundo y último artículo de esta sección, hay una propuesta de investigación del siglo XIX mexicano, a partir del estudio de las relaciones de poder expresadas en los espacios políticos y el constante debate liberal entre el federalismo y el centralismo. Es una propuesta de historia política regional, faltante en el corpus teórico de la compilación, por lo que su aporte es importante, sobre todo, desde la perspectiva de los conceptos fundamentales que un estudio político regional debe contener. La expresión regionalista del liberalismo mexicano fue la que permitió la formación y desarrollo de espacios políticos controlados por ciertos actores, y en ellos se cimentó el eterno enfrentamiento entre el centro y las regiones, característico del siglo XIX.

La compilación cierra con una bibliografía general sobre cuestiones teóricas de los estudios regionales, así como una muy breve que hace alusión a México.

En su conjunto esta compilación es valiosa, pues muestra, ciertamente, lo más representativo de los enfoques de la historia regional, aunque faltaron materiales que fueran más allá del siglo XIX. La historiografía regional mexicana se desarrolló más en los estudios que abordaron el Porfiriato y la Revolución, por lo que hubiera sido interesante mostrar sus enfoques teóricos y sus metodologías, pues sus aportes han sido indiscutibles por las ligas con la sociología, la ciencia política y la antropología. Quizá es necesario otro volumen más que compile esas metodologías, aunque ya existe uno que más o menos las contiene, coordinado por Carlos Martínez Assad hace dos años (Balance y perspectivas de los estudios regionales en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades/Porrúa, 1990).

Una conclusión se desprende de la lectura de la compilación de Pérez Herrero: la región surge a partir del análisis histórico que realiza el investigador, es decir, la definición de la región, y por ende el método creado para explicar los fenómeno que han ocurrido en el marco de lo regional, en mucho depende de la realidad encontrada y recreada por el historiador, y de eso dependerá, indudablemente, el marco analítico. La historia regional encuentra sentido, entonces, a partir de la constante confrontación que realiza el historiador con la realidad, y no de los modelos y enfoques teóricos realizados por otros estudios y estudiosos.

Esta constante confrontación, justamente, favorece el enriquecimiento historiográfico de los pasados y aconteceres regionales, lo que sin duda conducirá a un replanteamiento, necesario, de la historia mexicana en su conjunto. El llamado que hiciera don Luis González, a fines de los años sesenta, sigue en pie en esta década, y en este sentido la compilación reseñada es útil para los nuevos interesados en realizar estudios regionales. Pronto, la historiografía mexicana estará en condiciones de replantearse, justamente, a partir de las consideraciones de las diversidades y heterogeneidades regionales que le dan sustento a la identidad histórica mexicana.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México. Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 15, 1992, p. 197-202.

DR © 2006. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas